martes, 15 de febrero de 2011

El rostro amarillento de la envidia

Todos sabemos que la envidia está catalogada entre los siete pecados capitales. La envidia no es más que el deseo de poseer lo que otro tiene o el deseo de ser como el otro es. Tiene que ver con un sentimiento de frustración que nos agobia al no obtener lo que envidiamos en los demás.

La envidia es uno de los más grandes males de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. El envidioso es un ser infeliz porque cuando no puede obtener para sí lo que desea que ve en los demás, entonces sufre y se amarga.

Constantemente somos  bombardeados por los medios de comunicación sobre cosas materiales, de objetos, de artículos de lujo, etc; y cuando no podemos comprarlos y otros sí eso genera un sentimiento de envidia hacia ese otro que sí tiene los medios para adquirir lo que nosotros no podemos.  Y no solamente los objetos son motivo de envidias, también las cualidades o virtudes personales, las personas que sufren de envidia son personas cuya autoestima es bastante baja, tienen complejos de inferioridad ante los demás y como no saben como resolver esas carencias psicológicas de modo sano, entonces dan rienda suelta a la envidia.

El envidioso vive rumiando su desgracia, es un ser inconforme con la vida y con su suerte, pero no hace nada para remediarlo, a menos que sean acciones que vayan en detrimento del envidiado. Cuántas veces vemos como hay personas tan envidiosas que piensan que lo que no puede ser para ellos no es para nadie, y en ese proceder no dudan en dañar a la persona que envidian.
Por algo dicen que la envidia tiene rostro amarillento.

Todos hemos sentido envidia alguna vez en la vida, cuando eramos niños quizá envidiabamos algo que poseían nuestros hermanos, también de adolescentes sufrimos por envidia, cuando alguna chica era más guapa que nosotras o un chico más popular, etc, en la envidia hay también un sentido de competencia, competir con el otro demostrando que puedo ser igual o mejor que él. Pero es una competencia insana guiada por la envidia y los celos. Lo cierto es que en la medida que vamos evolucionando vamos aprendiendo a domesticar ese sentimiento y a controlarlo, porque sabemos que es un sentimiento bajo, que nos amarga y hace infelices. Pero no todos lo desean controlar, ni lo hacen. Hay personas que sólo viven para envidiar y desear el mal a otros.

Hay una fábula que seguro muchos han leído por la Red y de la cual desconozco a su autor, sobre la serpiente y la luciérnaga que ilustra muy bien ese bajo sentimiento que es la envidia:

"Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Ésta huía rápido y con miedo de la feroz depredadora y la serpiente no pensaba desistir. Huyó un día, dos días y la serpiente no parecía desistir. En el tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga se detuvo y dijo a la serpiente:

¿Puedo hacerte tres preguntas?
-No acostumbro dar éste precedente a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar…..

¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
-No,

¿Yo te hice algún mal?
-No

Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
-Porque no soporto verte brillar!"

Ese no soportar ver brillar a los demás es algo que corroe el alma del envidioso sin darle sosiego ni paz. 
 "La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es el hambre espiritual", asi decía Miguel de Unamuno. Hambre espiritual, vacio interior, carencia de valores, porque cuando un ser humano está seguro de sí mismo y de sus capacidades, no siente envidia de los demás.

Aprender a aceptarnos como somos con nuestras limitaciones y ventajas, defectos y virtudes, es síntoma de evolución espiritual,  aprender a alegrarnos con el triunfo o la felicidad del otro es símbolo de nobleza en el corazón. Superar la envidia nos hace seres mucho más satisfechos con nosotros mismos y también mucho más humanos.

Nadie debe vanagloriarse de sentir envidia, porque es un sentimiento dañino. He leído que algunas personas opinan que se puede aprender a sublimar la envidia convirtiéndola en un estímulo para esforzarse en buena lid  para obtener lo que envidiamos, es decir por méritos propios, pudiera ser que se hablase de una envidia sana en éste sentido, pero no estoy tan segura de pueda haber una envidia sana, la envidia de por sí es un sentimiento insano que  de una u otra forma nos hace infelices si no aprendemos a controlarlo.

Nuestro mundo actual está lleno de sentimientos negativos, dañinos, son esos sentimientos que corroen el espíritu y que nos convierten en personas frustradas, egoístas, infelices, celosas, amargadas, rencorosas, etc... debemos tratar de trascender éstos tipos de sentimientos, cómo? queriendonos más a nosotros mismos, elevando nuestra autoestima, aprendiendo a ser mejores seres humanos de corazón noble y generoso. 

Recordemos que estamos en tiempos de Ascensión caminando en el Amor, y en el Amor no hay cabida para sentimientos tan mezquinos como la envidia ni algún otro parecido. 

Hay una frase de Josh Billings que dice: "El amor mira a través de un telescopio, mientras que la envidia lo hace a través de un microscopio."

Esta frase nos ilustra muy bien lo estrecha de miras que puede ser la envidia en comparación con lo ancho del Amor donde todo cabe.

Plutarco a su vez nos dice sobre la envidia que es un desorden del alma "inconfesable" : "Entre los desórdenes del alma, la envidia es el único inconfesable."

Inconfesable porque el que lo padece debería sentir verguenza de ello, no es algo de lo que una persona pueda sentirse orgullosa,  un desorden del alma, creo que Plutarco ha sabido definir muy bien a la envidia. No podemos permitir que los desórdenes del alma nos agobien y controlen, además recuerden también el papel que juega el Ego en todo ésto, es el personaje que lleva las riendas de éste sentimiento tan devastador de la personalidad.

Debemos aprender a alegrarnos con los éxitos de los demás, pero a hacerlo de corazón, sin sentir envidia por ello, a cada quien le toca lo que debe tocarle en ésta vida, cada uno está cumpliendo su misión y no todas las misiones son iguales, ni tienen porque serlo, puede ser que el exitoso necesite vivir el éxito para evolucionar o aprender alguna lección, lo mismo que el que fracasa, o no logra sus cometidos, siempre hay una lección en cada cosa o circunstancia que rodea nuestras vidas, y también un propósito y es algo que no debemos olvidar.

Cultivemos sentimientos positivos, sintámonos dichosos y agradecidos de poder vivir cada minuto de nuestras vidas con lo que tenemos y poseemos, si podemos estar mejor, bien, pero si no es asi, aprendamos a ser agradecidos con lo que nos ha tocado en suerte, y tratemos de aprender la lección que hay implícita en cada experiencia de nuestra vida, sólo asi podremos ir avanzando en el camino de la luz, en el camino espiritual, ese que nos conduce hacia el Amor. Que la luz de la luciérnaga que hay encendida en nuestro corazón no deje nunca de brillar.

"Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. cuando muerden dejan una herida profunda." Martin Luther King
 
Que la luz esté con ustedes, 

Dina  

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